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domingo, 17 de junio de 2012

La Prueba








Tras ser liberado por los americanos, Hans Scoper se puso de novio y se casó con Brenda Van Shültz, una joven de la nobleza alemana cuya familia pertenecía a una estirpe de navieros. Tenían un astillero donde construían y botaban barcos al mar. La familia colocó a Hans como gerente de la compañía, con lo cual, luego de un año, pudo independizarse y crear su propio astillero.
Todo marchaba bien para Hans: estaba haciendo buen dinero, y se encontraba casado con una esposa católica, muy devota, que lo amaba por compartir la misma fe. Eran los dos tan piadosos que se proponían semanas de abstinencia sexual y las cumplían, con todo el amor a Dios y dirigidos por el padre Fritz Shültz, hermano de Brenda, dos años mayor que ella.
Brenda y Fritz eran los dos únicos hijos de la familia Shültz. Hans, por su parte, no tenía hermanos, pero no por ello era malhumorado o consentido, sino una persona abierta, inteligente y totalmente fiel a su esposa.
Después, llegaron los hijos: el primogénito se llamó Friederich Scoper, y luego vino Brenda, llamada como su madre. Hans nombró así a su hijo en honor a su mejor amigo en la fe, quien lo acompañó desde el incidente en Sule Skerry[1]. Su compañero sería el padrino de su primer hijo.



En un Kibutz, Israel


Berta Peres y su único hijo, Abraham Peres, estaban trabajando en la cosecha de maíz. Allí, en Haifa, utilizaban un sistema de riego construido por los judíos, realmente sorprendente y magnífico a la vez: cada hectárea estaba rodeada por canales de agua dulce extraída de las vertientes del fondo de la tierra.
En realidad, la que trabajaba era Berta, ya que Abraham tenía sólo 7 añitos. No obstante, iba aprendiendo desde pequeño que la vida se hace con trabajo y esfuerzo. Su devota madre le enseñaba todo lo referente a la fe. Pronto, aprendió que hacer el Mitshva con los demás era ayudar a su prójimo; además, supo que nunca debía odiar, sino perdonar. Todo esto estaba contenido en el Talmud, que interpretaba la Biblia hebrea; es decir, en israelita puro. De allí es que los católicos llaman a los judíos “Padres en la Fe”, y realmente lo son.
Berta había escapado de los campos de concentración gracias a la ayuda de la Iglesia Católica, que le proveyó documentos falsos para que pudieran viajar a España y luego a Israel.
El pequeño Abraham preguntaba todo el tiempo por su padre. Su madre le contaba que había sido un excelente hombre, pero que había muerto en los campos de concentración antes de que él llegara al mundo. El niño quería saber cómo era físicamente, y Berta siempre le contestaba: “Era muy parecido a ti: rubio, alto, elegante… muy buenmozo”. Abraham se sentía sumamente orgulloso de haber tenido un papá tan bueno con su mamá.
Ahora, su mamá estaba de novia con David Keller, el líder de la guerrilla israelí. En ese año de 1950, la guerrilla estaba tratando de matar a los asesinos nazis que quedaban en Europa, Argentina o Paraguay. Buscaban y organizaban datos de los jefes de los campos de concentración y de todos los Waffen SS que habían matado judíos, como así también de todo jerarca nazi que habitara este mundo.



Hamburgo, Alemania


En Hamburgo, vivía la familia Scoper. Hans debía viajar a un simposio de dueños de astilleros en Estados Unidos porque tenía que dar una conferencia, así que saludó a Brenda y a sus dos hijitos, Friederich y Brenda, con un beso y partió en taxi hacia el aeropuerto. De allí, recalaría en Nueva York.
Al llegar a la ciudad más grande de los Estados Unidos de América, lo estaba esperando un coche negro brillante, exclusivo para gente pudiente. El chofer le abrió la puerta y Hans subió al auto. En su interior, se encontró con el secretario del cónsul alemán en Nueva York, quien le dio la bienvenida de modo muy cortés. Luego, fue conducido al Hotel Waldorf Astoria. Cuando entró al vestíbulo, un niño de unos 6 años se le acercó y le dijo: “Esto es para usted”, y le tendió un papel blanco, doblado. Al abrirlo, Hans pudo leer: “FUERA MALDITO NAZI, YA PAGARÁS POR TUS CRÍMENES”, en grandes letras.
Hans se sintió mareado y comenzó a buscar con la vista al niño, pero había desaparecido. Sus manos comenzaron a temblar visiblemente, lo que fue advertido por el secretario del cónsul.
-Señor, ¿le sucede algo?
-No, sólo necesito tomar aire fresco…
-¿Por qué no vamos a tomar un café?- ofreció el secretario.
-Sí, claro, con un buen café me recuperaré.
Tras el café, Hans se sintió mejor. Agarró el papel y lo guardó en el bolsillo del saco, para enseñárselo a Brenda cuando regresara a casa. No obstante, luego cambió de idea: “No quiero inquietar a Brenda. No se lo haré saber para que no se preocupe”.



Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas


Tania Kurnesova, integrante de la KGB, era una especialista en perseguir fugitivos que habían hecho daño a la U.R.S.S. Uno de ellos era David Keller, un judío que había matado a un KGB, más precisamente, a su novio.
Tania quería capturar a Keller a toda costa. Ya había conseguido infiltrar a un israelí soplón, o “topo”, que se había convertido en la mano derecha de Keller y le había informado acerca de planes para ejecutar un asesinato en Europa, en Suiza, en el pueblo de Dieticon, cerca de Zürich. Todavía no sabía ni el día ni la hora, pero ella era paciente, muy paciente. En cualquier momento, se pondría al tanto del ataque judío en Suiza.
Hamburgo, Alemania


Apenas Hans abrió la puerta de su casa, Friederich y Brenda saltaron a sus brazos. Los niños tenían 4 y 3 años, respectivamente. Por supuesto, también lo recibió su esposa, con un beso fugaz. Ella le preguntó cómo le había ido en Estados Unidos, y Hans respondió que muy bien. Luego, abriendo la valija, sacó unos muñecos para sus hijos y un vestido radiante para Brenda. Todos estaban encantados con los regalos. Hans también se sentía feliz, pero una mueca de tristeza no se borraba de su cara.
-¿Te sucede algo, querido?- preguntó Brenda.
- No- respondió él-, bueno… en realidad, sí.
-¿Qué pasa, mi amor?
-Ay, cariño, es que recibí un papel…
Hans le contó todo a su mujer y ella también se sintió mal.
-Cariño, tú me dijiste que hasta 1944 fuiste un gran pecador, pero no me contaste nunca por qué, y yo respeté la decisión. Pero ahora necesito saberlo todo acerca de ti.
-No- dijo él-. No sería bueno para ti saberlo, ni para mí rememorarlo. Discúlpame, pero es por el bien de los dos. Cambiemos de tema.

Berta decidió recurrir a su amiga de la infancia, Marylin Von Braun, cuya madre americana trabajaba para la CIA, el Centro de Inteligencia Americana. “Seguro que ella podrá averiguar algo sobre Hans”, se dijo a sí misma.

Al día siguiente, luego de que Hans marchara al astillero, Brenda fue deprisa a casa de su prima Gretel, a pedirle prestado el teléfono para hablar a Estado Unidos. Ésta accedió encantada: ambas eran primas hermanas, muy unidas desde chicas, y Gretel extrañaba a su prima, porque había quedado soltera hasta ahora.
Brenda habló por teléfono a la CIA y pidió que le pasaran con la secretaria de Marylin Von Braun, quien la comunicó con su amiga.
-¡Marylin! ¡Qué alegría! Soy Brenda, desde Alemania, ¡tu amiga!
-¡Brenda, qué gusto! Tanto tiempo sin oír tu voz. ¿Y tu marido? ¿Y tus hijos?
-Todos están bien, gracias a Dios. ¿Y los tuyos?- preguntó Brenda.
-Muy bien también, gracias a Dios y la Virgen.
-Discúlpame que hable rápido, pero llamo de un teléfono que no es el mío. Mira… necesito saber qué fue de mi marido antes de 1944, qué hizo, si intervino en matanzas, no sé, todo lo relacionado con él…
-Tranquilízate, Brenda. Si no fue juzgado en Nüremberg, ya es algo muy positivo. Pero te prometo investigar. Llámame en una semana, ¿Ok?
-¡Muchas gracias por todo! Y discúlpame que nuestra charla fuera tan breve.
-No importa- dijo Marylin-, besos a los tuyos.
-Igualmente- respondió Brenda, y cortó.



Dieticon, Suiza


David Keller y dos judíos más estaban por cometer un asesinato en el pequeño pueblo suizo de Dieticon. El blanco era Janus Bergor, un ex jefe de un campo de concentración. Sabían que siempre almorzaba y cenaba en “La Lupa”, un restaurante de comida italiana, la preferida de Bergor.
Habían fijado la hora del asesinato a las 22, horario habitual en que Bergor se retiraba del restaurante. Lo estaban esperando en la puerta de entrada, pero se hicieron las 22.15 y éste no aparecía. Entonces, Keller dijo: “¡Debe haber salido por atrás!”. Todos se dirigieron, armados con sus pistolas automáticas, hacia la puerta trasera de “La Lupa”, y vieron una Van que arrancaba presurosamente. Corrieron hacia el auto, subieron e intentaron perseguirlo, pero le perdieron pisada.
-¡Mierda!- dijo David-, casi lo teníamos, por un pelo. ¿Cómo se habrá filtrado la información? Alguien de nuestro grupo es un “topo” y está proporcionando datos a la inteligencia nazi que pulula por toda Europa y América. ¡Mierda!



Israel


Berta Peres y su hijo Abraham estaban celebrando la Pésaj, el año nuevo judío. Berta había preparado todo según las tradiciones de sus antepasados y de acuerdo al Talmud. Corría el año 5.711. Berta era todo amor y compasión para con su hijo y el mundo entero; había perdonado a quienes la habían conducido al campo de concentración de Dachau, sobre todo al kapo del campo, que la había violado y embarazado de Abraham.
Berta era realmente una judía piadosa, además de una excelente madre y novia. Constantemente practicaba el Mitzvah y la ayuda al necesitado.
Estaba en total desacuerdo con lo que hacía David Keller, porque vengarse no estaba en su corazón. Por esa razón, tenía constantes discusiones con su pareja.
Berta esperaba a Keller para festejar el año nuevo. Junto a Abraham, habían terminado de comer, cuando entró David al comedor.
-¡Hola, mis amores! Recién llego de Suiza- Luego, besó a Berta y abrazó a Abraham.
-¿Cómo te fue?- preguntó Berta.
-No muy bien.
-¿Por qué?- dijo ella- ¿Porque no pudiste matar a nadie?
-Exactamente- dijo él-, se nos escapó en nuestras narices…
-Te he pedido que termines con tu odio, David- dijo ella-, te consume hasta los huesos.
-Berta: no hay tranquilidad de espíritu sin justicia.
-Tienes razón, pero no hay justicia sin perdón y amor- le replicó ella.
-Tú con tus pensamientos y yo con los míos- dijo David-, y mejor no hablemos más delante de Abraham, que va a creer que soy un monstruo.
-¡Es que eres un monstruo con las manos manchadas de sangre!- dijo Berta.
-Sí, pero de sangre culpable, no inocente.
-Lo mismo da- le replicó ella-. En fin, no hablemos más y festejemos, ¿te parece?
En silencio, continuaron con la celebración.



U.R.S.S.


Tania Kurnesova estaba alegre. No sabía bien por qué, pero estaba contenta. Quizás fuera una de sus corazonadas.
Partió hacia el cuartel general de la KGB. Al llegar, le preguntó a su secretario si habían recibido noticias de Israel.
-Sí, han llegado unos itinerarios de David Keller- respondió su secretario.
-¿Qué? ¿Cuándo?- preguntó ella.
-Recién, hará media hora- dijo él-, están sobre su escritorio.
-Muchas gracias- respondió Tania, y fue corriendo hasta su oficina. Arrojó su bolso sobre el escritorio y se abalanzó encima de los informes para leer pronto fechas, horarios, lugares. Al final, un aumento en sus honorarios por su informe, mil dólares más, que la KGB estaba totalmente preparada para afrontar.
Tania estaba feliz con dicha información: la mayoría de los atentados de David Keller iban a producirse en Sudamérica, pero dos se realizarían en Europa: en Austria y Alemania. Esto constituía un punto a favor, ya que así podría atraparlo fácilmente. Sólo era necesario disponer las fuerzas de ataque de la KGB en esos países.
“¡Éxitos!”, se deseó a sí misma.



Salzburgo, Austria


En Salzburgo, ciudad cuna de Wolfgang Amadeus Mozart, estaban apostados David Keller junto a su mano derecha Jacob Waiss (el “topo”) y dos judíos más de su unidad. Esperaban a otro criminal de guerra, a quien tenían controlado desde hacía más de seis meses. Esta vez no podría escapar, lo tenían rodeado en su café favorito. “Diër” se caracterizaba por sus sándwiches de embutido y queso y eso constituía para el nazi Adolf Roitmann (ex kapo del campo de concentración Bergen- Belsen) un manjar que no podía dejar pasar. Día tras día, a la misma hora, Roitmann se instalaba en el café, desde las 18 hasta las 21, hora en que se iba caminando por la famosa peatonal MozartStrasse para cenar en otro restaurante. En esa calle lo matarían.
Estaba todo preparado. Ya eran las 21, pero Roitmann no se levantó de su silla. Apareció una señorita con un cuerpo espectacular y le preguntó si podía sentarse con él para mirar hacia la calle. Por supuesto, Roitmann asintió.
David no quería matar a la dama, pero parecía no quedarle otra alternativa. Llamó a dos de su grupo y dejó a cargo a Waiss. Junto a los dos elegidos, Keller se acercó a la mesa de Roitmann y rápidamente, sacaron sus metralletas de sus camperas. Pero la mujer, aún más ágil, les disparó en la cabeza a los compañeros de David.
Al ver esto, Keller salió corriendo, haciéndole señas a Waiss para que arrancara el auto.
-Le salvé la vida, amigo- dijo la mujer.
-¿C-cu-cuál es su nombre, señorita?- tartamudeó Roitmann.
-Tania, Tania Kurnesova.
Pese a cumplir su misión, Tania estaba disgustada: no había acabado con Keller. Le quedaba una oportunidad más: Alemania.



Cuartel de la CIA


Marylin ha llamado a Brenda para contarle acerca del pasado de su marido, Hans Scoper.
-Mira, amiga, Hans, antes de ser guardia personal de Hitler, fue jefe de un campo de concentración llamado Dachau. Cuando ascendió a principal de la prisión, cometió hechos abominables. Supe además que, por 1943, él tuvo una amante judía, a la que hacía trabajar en su casa.
-¡Qué horror!- dijo Brenda- Marylin, has confirmado mis sospechas. Por eso lo están siguiendo…
-Aquí en la CIA están investigando a todos los jerarcas y Waffen SS nazis- dijo Marylin.
-Pero Marylin, estamos hablando de Hans, mi Hans… un excelente católico, padre y marido. No comprendo, ¿por qué no lo dejan tranquilo?
-Mira, Brenda: la CIA lo puede dejar tranquilo, pero los israelíes no lo olvidarán nunca. Dile que redoble su guardia personal, porque seguramente los judíos intentarán matarlo.
-Sí, se lo diré. Pobre Hans, ahora no podrá fiarse de nadie- dijo Brenda-. Muchas gracias, amiga. Hiciste un trabajo excelente. No sé como pagártelo… Te invito a Alemania, o mejor, yo iré a visitarte a Virginia.
-Me encantaría que vinieras- dijo Marylin.
-Un beso para todos los tuyos- dijo Brenda.
-Otro para los tuyos- dijo su amiga.
Brenda no sabía qué hacer con la información. Entonces, entregó todo a las Manos de Dios: “Ocúpate Tú, que yo no puedo”.
Por el momento, no le diría nada a Hans.



Hamburgo, Alemania


Hans estaba preocupado y sabía por qué: el mensaje en ese papel representaba el acabose para él. Brenda se enteraría de su pasado, de ese maldito y trágico pasado que una vez vivió. Hans se veía a sí mismo como un demonio. Y, en realidad, así había actuado, al menos hasta su conversión en el monasterio de las monjas, en Sule Skerry, Escocia.
Pensó en llamar al padre Matthew, quien lo había ayudado mucho a transitar su redención. Al comunicarse con él y escuchar su voz, Hans se quebró en llanto.
-Padre- dijo él-, Padre, no he sido sincero del todo con usted.
Hans relató al padre Matthew todo lo que Brenda ya sabía, y luego comenzó a llorar más desgarradoramente. Iba a confesar algo más grave, algo que nadie sabía.
-Padre, ¡yo dejé embarazada a una judía durante ese tiempo! Llegué incluso a patearla para que perdiera el niño… Luego la perdí de vista, me asignaron el cuidado de Hitler, así que no supe más de su vida. Sólo sé su nombre completo: Berta Peres.
-Tranquilízate, Hans- dijo Mathew-, confiésate con algún sacerdote amigo y Dios te otorgará el perdón.
-Tengo un sacerdote amigo, el hermano de Brenda, Fritz Shültz- dijo Hans.
-Muy bien- dijo el Padre-, y busca a la señorita judía a la que le hiciste daño, debe estar en Israel, si es que aún vive. Repara tu pecado con un acto de Amor de Dios. Dale la manutención de por vida a ella y a tu hijo o hija.
-Bueno- dijo Hans-, la buscaré hasta encontrarla y pedirle perdón. ¡Pero, padre Matthew, a causa de mi pasado también peligran mi esposa y mis dos hijos!
-Ponlo en manos de Dios, hijo mío, y verás cómo al entregarle tu familia a Él, Él se ocupará totalmente de todos ustedes. Cualquier cosa en que te pueda ser útil, por favor no dudes en llamarme.
-Muchísimas gracias, Padre.
Hans se encaminó hacia el seminario de los jesuitas en busca del padre Fritz, Maestro de novicios. Hans ingresó al noviciado y preguntó por Fritz. Cuando ambos se encontraron, a Fritz le impresionaron los ojos llorosos de Hans.
-¿Qué ha pasado, Hans?
-Necesito confesarme, Padre.
Al finalizar la confesión, Hans le pidió a Fritz que le contara todo a Brenda. Estaba seguro de que la verdad, en labios de su hermano sacerdote, sería menos dolorosa. Ella entendería.
-No te preocupes, yo me encargo de todo eso- dijo Fritz.
-No tengo palabras para agradecerte- dijo Hans, y lo estrechó en un abrazo.



U.R.S.S.


Tania Kurnesova sabía que le quedaba sólo una oportunidad para atrapar a David Keller. Eso sucedería en Hamburgo, Alemania. Allí, Keller y su banda tenían pensado matar a Hans Scoper, a la salida de su casa. Era el lugar donde Tania había decidido hacerlo pasar a mejor (o peor, según se mire) vida.
Le pidió a su secretario que le preparara el equipaje para partir al día siguiente, mientras ella organizaba al equipo de hombres que la acompañaría. Llamó a cuatro agentes, a quienes arengó sobre la importancia de la misión. Junto con ella, constituían lo mejor de la KGB. No podía darse el lujo de perder. Esta vez, Keller no se le escaparía.



Hamburgo, Alemania


Fritz contó todo a Brenda. Ella estaba desolada, pero no por el hijo extramatrimonial de Hans, sino por él, por Hans, que ahora enfrentaba la persecución de los judíos.
-Dios lo tiene que ayudar- dijo Brenda.
-Por supuesto que lo va a ayudar, y ya lo está ayudando. Mira: va a reconocer a su hijo. Gracias a tu amiga, Hans ya sabe dónde está la madre y su hijo. Sabe hasta su nombre, Abraham. Le dará su apellido.
Hans, mientras tanto, estaba llamado a Berta por teléfono. Cuando ésta lo escuchó, cuando escuchó aquella voz, se quedó helada de miedo: era la voz del que la había maltratado y violado.
-No tengo nada que ver con usted.
-Disculpe, la llamo porque quiero hacerme cargo del niño, de Abraham. Quiero pasarle una pensión- dijo Hans, poniendo su voz más dulce.
-¡Ese niño no existe, lo aborté!- mintió Brenda- Mi hijo Abraham es judío puro, hijo de padre judío asesinado en uno de sus campos de concentración. ¡Basta ya!- dijo Berta, enojada, y colgó.
Hans le contó todo esto a Fritz.
-Quédate tranquilo, Hans. Tu intención fue reparar. Ya no puedes hacer nada más, a menos que Abraham te busque cuando sea mayor. Eso, si es que llega a dudar de la veracidad de las palabras de su madre, pero no lo sé. Recupera tu tranquilidad. Ya el Buen Jesús tiene todo en sus manos, todo lo que suceda va a ser para tu bien, ya lo verás.

Hans debía retirarse de su casa. Había contratado una fuerte custodia de seis hombres. Mas, cuando estaba por entrar al auto, escuchó un grito, era David Keller: “¡Esto es de parte de todos los judíos que maltrataste y asesinaste!”.
Sus guardias lo protegieron de las balas con sus cuerpos. No obstante, todo terminó rápido, porque aparecieron Tania y su grupo. Ellos pusieron fin al asunto con tres pequeñas metralletas soviéticas.
Sólo un guardia resultó herido en un brazo. Hans estaba ileso. No sabía cómo agradecerles a sus guardias y al grupo de ataque. Él nunca supo quién era su atacante.
Brenda salió corriendo de la casa y dijo: “¡Hans, estás bien! ¡Gracias a Dios Santísimo!”.
-Sí, cariño, gracias a Dios, estoy bien. Gracias a este grupo paramilitar, me pude librar de los atacantes.
-¡Hans, ahora podremos vivir tranquilos!
-Sí, mi amor. Gracias a Dios. Pero yo no estaré tranquilo hasta que ese niño judío lleve mi apellido.



Epílogo


Corre el año 1985. Hans ha muerto durmiendo, a los 71 años, y su esposa y sus hijos Friederich y Brenda, ya adultos, han ido a despedirlo al cementerio.
Mucha gente está allí. Nadie se ha percatado de que un hombre de unos cuarenta años observa a la distancia.
“Lo haré exhumar para hacerme la prueba de ADN. Quiero saber si realmente es mi padre”, musita por lo bajo.
Antes de morir, Berta Peres había relatado la verdad a ese hombre, otrora niño.
Ahora, habría un Scoper más en la familia, pero no cualquier Scoper: Abraham Scoper


[1] Ver novela El Huésped.

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