Tras
ser liberado por los americanos, Hans Scoper se puso de novio y se casó con
Brenda Van Shültz, una joven de la nobleza alemana cuya familia pertenecía a
una estirpe de navieros. Tenían un astillero donde construían y botaban barcos
al mar. La familia colocó a Hans como gerente de la compañía, con lo cual,
luego de un año, pudo independizarse y crear su propio astillero.
Todo
marchaba bien para Hans: estaba haciendo buen dinero, y se encontraba casado
con una esposa católica, muy devota, que lo amaba por compartir la misma fe.
Eran los dos tan piadosos que se proponían semanas de abstinencia sexual y las
cumplían, con todo el amor a Dios y dirigidos por el padre Fritz Shültz,
hermano de Brenda, dos años mayor que ella.
Brenda
y Fritz eran los dos únicos hijos de la familia Shültz. Hans, por su parte, no
tenía hermanos, pero no por ello era malhumorado o consentido, sino una persona
abierta, inteligente y totalmente fiel a su esposa.
Después,
llegaron los hijos: el primogénito se llamó Friederich Scoper, y luego vino
Brenda, llamada como su madre. Hans nombró así a su hijo en honor a su mejor
amigo en la fe, quien lo acompañó desde el incidente en Sule Skerry[1]. Su
compañero sería el padrino de su primer hijo.
En
un Kibutz, Israel
Berta
Peres y su único hijo, Abraham Peres, estaban trabajando en la cosecha de maíz.
Allí, en Haifa, utilizaban un sistema de riego construido por los judíos,
realmente sorprendente y magnífico a la vez: cada hectárea estaba rodeada por canales
de agua dulce extraída de las vertientes del fondo de la tierra.
En
realidad, la que trabajaba era Berta, ya que Abraham tenía sólo 7 añitos. No
obstante, iba aprendiendo desde pequeño que la vida se hace con trabajo y
esfuerzo. Su devota madre le enseñaba todo lo referente a la fe. Pronto,
aprendió que hacer el Mitshva con los demás era ayudar a su prójimo; además,
supo que nunca debía odiar, sino perdonar. Todo esto estaba contenido en el
Talmud, que interpretaba la
Biblia hebrea; es decir, en israelita puro. De allí es que los
católicos llaman a los judíos “Padres en la Fe ”, y realmente lo son.
Berta
había escapado de los campos de concentración gracias a la ayuda de la Iglesia Católica , que le
proveyó documentos falsos para que pudieran viajar a España y luego a Israel.
El
pequeño Abraham preguntaba todo el tiempo por su padre. Su madre le contaba que
había sido un excelente hombre, pero que había muerto en los campos de
concentración antes de que él llegara al mundo. El niño quería saber cómo era
físicamente, y Berta siempre le contestaba: “Era muy parecido a ti: rubio, alto,
elegante… muy buenmozo”. Abraham se sentía sumamente orgulloso de haber tenido un
papá tan bueno con su mamá.
Ahora,
su mamá estaba de novia con David Keller, el líder de la guerrilla israelí. En ese
año de 1950, la guerrilla estaba tratando de matar a los asesinos nazis que
quedaban en Europa, Argentina o Paraguay. Buscaban y organizaban datos de los jefes
de los campos de concentración y de todos los Waffen SS que habían matado
judíos, como así también de todo jerarca nazi que habitara este mundo.
Hamburgo,
Alemania
En
Hamburgo, vivía la familia Scoper. Hans debía viajar a un simposio de dueños de
astilleros en Estados Unidos porque tenía que dar una conferencia, así que
saludó a Brenda y a sus dos hijitos, Friederich y Brenda, con un beso y partió
en taxi hacia el aeropuerto. De allí, recalaría en Nueva York.
Al
llegar a la ciudad más grande de los Estados Unidos de América, lo estaba
esperando un coche negro brillante, exclusivo para gente pudiente. El chofer le
abrió la puerta y Hans subió al auto. En su interior, se encontró con el
secretario del cónsul alemán en Nueva York, quien le dio la bienvenida de modo
muy cortés. Luego, fue conducido al Hotel Waldorf Astoria. Cuando entró al
vestíbulo, un niño de unos 6 años se le acercó y le dijo: “Esto es para usted”,
y le tendió un papel blanco, doblado. Al abrirlo, Hans pudo leer: “FUERA MALDITO NAZI, YA PAGARÁS POR TUS CRÍMENES”,
en grandes letras.
Hans
se sintió mareado y comenzó a buscar con la vista al niño, pero había
desaparecido. Sus manos comenzaron a temblar visiblemente, lo que fue advertido
por el secretario del cónsul.
-Señor,
¿le sucede algo?
-No,
sólo necesito tomar aire fresco…
-¿Por
qué no vamos a tomar un café?- ofreció el secretario.
-Sí,
claro, con un buen café me recuperaré.
Tras
el café, Hans se sintió mejor. Agarró el papel y lo guardó en el bolsillo del
saco, para enseñárselo a Brenda cuando regresara a casa. No obstante, luego
cambió de idea: “No quiero inquietar a Brenda. No se lo haré saber para que no
se preocupe”.
Unión
de Repúblicas Socialistas Soviéticas
Tania
Kurnesova, integrante de la KGB ,
era una especialista en perseguir fugitivos que habían hecho daño a la U.R .S.S. Uno de ellos era
David Keller, un judío que había matado a un KGB, más precisamente, a su novio.
Tania
quería capturar a Keller a toda costa. Ya había conseguido infiltrar a un
israelí soplón, o “topo”, que se había convertido en la mano derecha de Keller
y le había informado acerca de planes para ejecutar un asesinato en Europa, en
Suiza, en el pueblo de Dieticon, cerca de Zürich. Todavía no sabía ni el día ni
la hora, pero ella era paciente, muy paciente. En cualquier momento, se pondría
al tanto del ataque judío en Suiza.
Hamburgo,
Alemania
Apenas
Hans abrió la puerta de su casa, Friederich y Brenda saltaron a sus brazos. Los
niños tenían 4 y 3 años, respectivamente. Por supuesto, también lo recibió su
esposa, con un beso fugaz. Ella le preguntó cómo le había ido en Estados Unidos,
y Hans respondió que muy bien. Luego, abriendo la valija, sacó unos muñecos
para sus hijos y un vestido radiante para Brenda. Todos estaban encantados con
los regalos. Hans también se sentía feliz, pero una mueca de tristeza no se
borraba de su cara.
-¿Te
sucede algo, querido?- preguntó Brenda.
-
No- respondió él-, bueno… en realidad, sí.
-¿Qué
pasa, mi amor?
-Ay,
cariño, es que recibí un papel…
Hans
le contó todo a su mujer y ella también se sintió mal.
-Cariño,
tú me dijiste que hasta 1944 fuiste un gran pecador, pero no me contaste nunca
por qué, y yo respeté la decisión. Pero ahora necesito saberlo todo acerca de
ti.
-No-
dijo él-. No sería bueno para ti saberlo, ni para mí rememorarlo. Discúlpame,
pero es por el bien de los dos. Cambiemos de tema.
Berta
decidió recurrir a su amiga de la infancia, Marylin Von Braun, cuya madre
americana trabajaba para la CIA ,
el Centro de Inteligencia Americana. “Seguro que ella podrá averiguar algo
sobre Hans”, se dijo a sí misma.
Al
día siguiente, luego de que Hans marchara al astillero, Brenda fue deprisa a
casa de su prima Gretel, a pedirle prestado el teléfono para hablar a Estado
Unidos. Ésta accedió encantada: ambas eran primas hermanas, muy unidas desde
chicas, y Gretel extrañaba a su prima, porque había quedado soltera hasta
ahora.
Brenda
habló por teléfono a la CIA
y pidió que le pasaran con la secretaria de Marylin Von Braun, quien la comunicó
con su amiga.
-¡Marylin!
¡Qué alegría! Soy Brenda, desde Alemania, ¡tu amiga!
-¡Brenda,
qué gusto! Tanto tiempo sin oír tu voz. ¿Y tu marido? ¿Y tus hijos?
-Todos
están bien, gracias a Dios. ¿Y los tuyos?- preguntó Brenda.
-Muy
bien también, gracias a Dios y la
Virgen.
-Discúlpame
que hable rápido, pero llamo de un teléfono que no es el mío. Mira… necesito
saber qué fue de mi marido antes de 1944, qué hizo, si intervino en matanzas,
no sé, todo lo relacionado con él…
-Tranquilízate,
Brenda. Si no fue juzgado en Nüremberg, ya es algo muy positivo. Pero te
prometo investigar. Llámame en una semana, ¿Ok?
-¡Muchas
gracias por todo! Y discúlpame que nuestra charla fuera tan breve.
-No
importa- dijo Marylin-, besos a los tuyos.
-Igualmente-
respondió Brenda, y cortó.
Dieticon,
Suiza
David
Keller y dos judíos más estaban por cometer un asesinato en el pequeño pueblo
suizo de Dieticon. El blanco era Janus Bergor, un ex jefe de un campo de concentración.
Sabían que siempre almorzaba y cenaba en “La Lupa ”, un restaurante de comida italiana, la
preferida de Bergor.
Habían
fijado la hora del asesinato a las 22, horario habitual en que Bergor se
retiraba del restaurante. Lo estaban esperando en la puerta de entrada, pero se
hicieron las 22.15 y éste no aparecía. Entonces, Keller dijo: “¡Debe haber
salido por atrás!”. Todos se dirigieron, armados con sus pistolas automáticas,
hacia la puerta trasera de “La
Lupa ”, y vieron una Van que arrancaba presurosamente. Corrieron
hacia el auto, subieron e intentaron perseguirlo, pero le perdieron pisada.
-¡Mierda!-
dijo David-, casi lo teníamos, por un pelo. ¿Cómo se habrá filtrado la
información? Alguien de nuestro grupo es un “topo” y está proporcionando datos a
la inteligencia nazi que pulula por toda Europa y América. ¡Mierda!
Israel
Berta
Peres y su hijo Abraham estaban celebrando la Pésaj , el año nuevo judío. Berta había preparado
todo según las tradiciones de sus antepasados y de acuerdo al Talmud. Corría el
año 5.711. Berta era todo amor y compasión para con su hijo y el mundo entero;
había perdonado a quienes la habían conducido al campo de concentración de
Dachau, sobre todo al kapo del campo, que la había violado y embarazado de
Abraham.
Berta
era realmente una judía piadosa, además de una excelente madre y novia. Constantemente
practicaba el Mitzvah y la ayuda al necesitado.
Estaba
en total desacuerdo con lo que hacía David Keller, porque vengarse no estaba en
su corazón. Por esa razón, tenía constantes discusiones con su pareja.
Berta
esperaba a Keller para festejar el año nuevo. Junto a Abraham, habían terminado
de comer, cuando entró David al comedor.
-¡Hola,
mis amores! Recién llego de Suiza- Luego, besó a Berta y abrazó a Abraham.
-¿Cómo
te fue?- preguntó Berta.
-No
muy bien.
-¿Por
qué?- dijo ella- ¿Porque no pudiste matar a nadie?
-Exactamente-
dijo él-, se nos escapó en nuestras narices…
-Te
he pedido que termines con tu odio, David- dijo ella-, te consume hasta los
huesos.
-Berta:
no hay tranquilidad de espíritu sin justicia.
-Tienes
razón, pero no hay justicia sin perdón y amor- le replicó ella.
-Tú
con tus pensamientos y yo con los míos- dijo David-, y mejor no hablemos más
delante de Abraham, que va a creer que soy un monstruo.
-¡Es
que eres un monstruo con las manos manchadas de sangre!- dijo Berta.
-Sí,
pero de sangre culpable, no inocente.
-Lo
mismo da- le replicó ella-. En fin, no hablemos más y festejemos, ¿te parece?
En
silencio, continuaron con la celebración.
U.R.S.S.
Tania
Kurnesova estaba alegre. No sabía bien por qué, pero estaba contenta. Quizás
fuera una de sus corazonadas.
Partió
hacia el cuartel general de la
KGB. Al llegar, le preguntó a su secretario si habían recibido
noticias de Israel.
-Sí,
han llegado unos itinerarios de David Keller- respondió su secretario.
-¿Qué?
¿Cuándo?- preguntó ella.
-Recién,
hará media hora- dijo él-, están sobre su escritorio.
-Muchas
gracias- respondió Tania, y fue corriendo hasta su oficina. Arrojó su bolso
sobre el escritorio y se abalanzó encima de los informes para leer pronto
fechas, horarios, lugares. Al final, un aumento en sus honorarios por su
informe, mil dólares más, que la
KGB estaba totalmente preparada para afrontar.
Tania
estaba feliz con dicha información: la mayoría de los atentados de David Keller
iban a producirse en Sudamérica, pero dos se realizarían en Europa: en Austria
y Alemania. Esto constituía un punto a favor, ya que así podría atraparlo
fácilmente. Sólo era necesario disponer las fuerzas de ataque de la KGB en esos países.
“¡Éxitos!”,
se deseó a sí misma.
Salzburgo,
Austria
En
Salzburgo, ciudad cuna de Wolfgang Amadeus Mozart, estaban apostados David
Keller junto a su mano derecha Jacob Waiss (el “topo”) y dos judíos más de su
unidad. Esperaban a otro criminal de guerra, a quien tenían controlado desde
hacía más de seis meses. Esta vez no podría escapar, lo tenían rodeado en su
café favorito. “Diër” se caracterizaba por sus sándwiches de embutido y queso y
eso constituía para el nazi Adolf Roitmann (ex kapo del campo de concentración Bergen-
Belsen) un manjar que no podía dejar pasar. Día tras día, a la misma hora, Roitmann
se instalaba en el café, desde las 18 hasta las 21, hora en que se iba caminando
por la famosa peatonal MozartStrasse para cenar en otro restaurante. En esa
calle lo matarían.
Estaba
todo preparado. Ya eran las 21, pero Roitmann no se levantó de su silla.
Apareció una señorita con un cuerpo espectacular y le preguntó si podía sentarse
con él para mirar hacia la calle. Por supuesto, Roitmann asintió.
David
no quería matar a la dama, pero parecía no quedarle otra alternativa. Llamó a
dos de su grupo y dejó a cargo a Waiss. Junto a los dos elegidos, Keller se
acercó a la mesa de Roitmann y rápidamente, sacaron sus metralletas de sus
camperas. Pero la mujer, aún más ágil, les disparó en la cabeza a los
compañeros de David.
Al
ver esto, Keller salió corriendo, haciéndole señas a Waiss para que arrancara
el auto.
-Le
salvé la vida, amigo- dijo la mujer.
-¿C-cu-cuál
es su nombre, señorita?- tartamudeó Roitmann.
-Tania,
Tania Kurnesova.
Pese
a cumplir su misión, Tania estaba disgustada: no había acabado con Keller. Le
quedaba una oportunidad más: Alemania.
Cuartel
de la CIA
Marylin
ha llamado a Brenda para contarle acerca del pasado de su marido, Hans Scoper.
-Mira,
amiga, Hans, antes de ser guardia personal de Hitler, fue jefe de un campo de concentración
llamado Dachau. Cuando ascendió a principal de la prisión, cometió hechos
abominables. Supe además que, por 1943, él tuvo una amante judía, a la que
hacía trabajar en su casa.
-¡Qué
horror!- dijo Brenda- Marylin, has confirmado mis sospechas. Por eso lo están
siguiendo…
-Aquí
en la CIA están
investigando a todos los jerarcas y Waffen SS nazis- dijo Marylin.
-Pero
Marylin, estamos hablando de Hans, mi Hans… un excelente católico, padre y
marido. No comprendo, ¿por qué no lo dejan tranquilo?
-Mira,
Brenda: la CIA lo
puede dejar tranquilo, pero los israelíes no lo olvidarán nunca. Dile que redoble
su guardia personal, porque seguramente los judíos intentarán matarlo.
-Sí,
se lo diré. Pobre Hans, ahora no podrá fiarse de nadie- dijo Brenda-. Muchas
gracias, amiga. Hiciste un trabajo excelente. No sé como pagártelo… Te invito a
Alemania, o mejor, yo iré a visitarte a Virginia.
-Me
encantaría que vinieras- dijo Marylin.
-Un
beso para todos los tuyos- dijo Brenda.
-Otro
para los tuyos- dijo su amiga.
Brenda
no sabía qué hacer con la información. Entonces, entregó todo a las Manos de
Dios: “Ocúpate Tú, que yo no puedo”.
Por
el momento, no le diría nada a Hans.
Hamburgo,
Alemania
Hans
estaba preocupado y sabía por qué: el mensaje en ese papel representaba el
acabose para él. Brenda se enteraría de su pasado, de ese maldito y trágico pasado
que una vez vivió. Hans se veía a sí mismo como un demonio. Y, en realidad, así
había actuado, al menos hasta su conversión en el monasterio de las monjas, en
Sule Skerry, Escocia.
Pensó
en llamar al padre Matthew, quien lo había ayudado mucho a transitar su redención.
Al comunicarse con él y escuchar su voz, Hans se quebró en llanto.
-Padre-
dijo él-, Padre, no he sido sincero del todo con usted.
Hans
relató al padre Matthew todo lo que Brenda ya sabía, y luego comenzó a llorar
más desgarradoramente. Iba a confesar algo más grave, algo que nadie sabía.
-Padre,
¡yo dejé embarazada a una judía durante ese tiempo! Llegué incluso a patearla
para que perdiera el niño… Luego la perdí de vista, me asignaron el cuidado de
Hitler, así que no supe más de su vida. Sólo sé su nombre completo: Berta Peres.
-Tranquilízate, Hans- dijo Mathew-, confiésate con algún sacerdote
amigo y Dios te otorgará el perdón.
-Tengo un sacerdote amigo, el hermano de Brenda, Fritz Shültz-
dijo Hans.
-Muy bien- dijo el Padre-, y busca a la señorita judía a la que le
hiciste daño, debe estar en Israel, si es que aún vive. Repara tu pecado con un
acto de Amor de Dios. Dale la manutención de por vida a ella y a tu hijo o
hija.
-Bueno- dijo Hans-, la buscaré hasta encontrarla y pedirle perdón.
¡Pero, padre Matthew, a causa de mi pasado también peligran mi esposa y mis dos
hijos!
-Ponlo en manos de Dios, hijo mío, y verás cómo al entregarle tu
familia a Él, Él se ocupará totalmente de todos ustedes. Cualquier cosa en que
te pueda ser útil, por favor no dudes en llamarme.
-Muchísimas gracias, Padre.
Hans se encaminó hacia el seminario de los jesuitas en busca del padre
Fritz, Maestro de novicios. Hans ingresó al noviciado y preguntó por Fritz.
Cuando ambos se encontraron, a Fritz le impresionaron los ojos llorosos de
Hans.
-¿Qué ha pasado, Hans?
-Necesito confesarme, Padre.
Al finalizar la confesión, Hans le pidió a Fritz que le contara todo
a Brenda. Estaba seguro de que la verdad, en labios de su hermano sacerdote,
sería menos dolorosa. Ella entendería.
-No te preocupes, yo me encargo de todo eso- dijo Fritz.
-No tengo palabras para
agradecerte- dijo Hans, y lo estrechó en un abrazo.
U.R.S.S.
Tania
Kurnesova sabía que le quedaba sólo una oportunidad para atrapar a David Keller.
Eso sucedería en Hamburgo, Alemania. Allí, Keller y su banda tenían pensado
matar a Hans Scoper, a la salida de su casa. Era el lugar donde Tania había
decidido hacerlo pasar a mejor (o peor, según se mire) vida.
Le
pidió a su secretario que le preparara el equipaje para partir al día
siguiente, mientras ella organizaba al equipo de hombres que la acompañaría.
Llamó a cuatro agentes, a quienes arengó sobre la importancia de la misión.
Junto con ella, constituían lo mejor de la KGB. No podía darse el lujo de perder. Esta vez,
Keller no se le escaparía.
Hamburgo, Alemania
Fritz contó todo a Brenda. Ella estaba desolada, pero no por el
hijo extramatrimonial de Hans, sino por él, por Hans, que ahora enfrentaba la
persecución de los judíos.
-Dios lo tiene que ayudar- dijo Brenda.
-Por supuesto que lo va a ayudar, y ya lo está ayudando. Mira: va
a reconocer a su hijo. Gracias a tu amiga, Hans ya sabe dónde está la madre y
su hijo. Sabe hasta su nombre, Abraham. Le dará su apellido.
Hans, mientras tanto, estaba llamado a Berta por teléfono. Cuando ésta
lo escuchó, cuando escuchó aquella voz, se quedó helada de miedo: era la voz
del que la había maltratado y violado.
-No tengo nada que ver con usted.
-Disculpe, la llamo porque quiero hacerme cargo del niño, de
Abraham. Quiero pasarle una pensión- dijo Hans, poniendo su voz más dulce.
-¡Ese niño no existe, lo aborté!- mintió Brenda- Mi hijo Abraham
es judío puro, hijo de padre judío asesinado en uno de sus campos de
concentración. ¡Basta ya!- dijo Berta, enojada, y colgó.
Hans le contó todo esto a Fritz.
-Quédate tranquilo, Hans. Tu intención fue reparar. Ya no puedes
hacer nada más, a menos que Abraham te busque cuando sea mayor. Eso, si es que
llega a dudar de la veracidad de las palabras de su madre, pero no lo sé.
Recupera tu tranquilidad. Ya el Buen Jesús tiene todo en sus manos, todo lo que
suceda va a ser para tu bien, ya lo verás.
Hans debía retirarse de su casa. Había contratado una fuerte
custodia de seis hombres. Mas, cuando estaba por entrar al auto, escuchó un
grito, era David Keller: “¡Esto es de parte de todos los judíos que maltrataste
y asesinaste!”.
Sus guardias lo protegieron de las balas con sus cuerpos. No
obstante, todo terminó rápido, porque aparecieron Tania y su grupo. Ellos
pusieron fin al asunto con tres pequeñas metralletas soviéticas.
Sólo un guardia resultó herido en un brazo. Hans estaba ileso. No
sabía cómo agradecerles a sus guardias y al grupo de ataque. Él nunca supo
quién era su atacante.
Brenda salió corriendo de la casa y dijo: “¡Hans, estás bien! ¡Gracias
a Dios Santísimo!”.
-Sí, cariño, gracias a Dios, estoy bien. Gracias a este grupo
paramilitar, me pude librar de los atacantes.
-¡Hans, ahora podremos vivir tranquilos!
-Sí, mi amor. Gracias a Dios. Pero yo no estaré tranquilo hasta
que ese niño judío lleve mi apellido.
Epílogo
Corre el año 1985. Hans ha muerto durmiendo, a los 71 años, y su
esposa y sus hijos Friederich y Brenda, ya adultos, han ido a despedirlo al cementerio.
Mucha gente está allí. Nadie se ha percatado de que un hombre de
unos cuarenta años observa a la distancia.
“Lo haré exhumar para hacerme la prueba de ADN. Quiero saber si
realmente es mi padre”, musita por lo bajo.
Antes de morir, Berta Peres había relatado la verdad a ese hombre,
otrora niño.
Ahora, habría un Scoper más en la familia, pero no
cualquier Scoper: Abraham Scoper
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